15 ene 2008

Parque Sarmiento, sucio los lunes

La Voz del Interior (15/01/2008)
El Parque Sarmiento, más sucio los lunes

Además de reiniciar la semana laboral, los días lunes tienen el defecto de dar un testimonio implacable de la mugre que dejan o dejamos los vecinos entre sábado y domingo. Cada lunes, a primera hora de la mañana, quienes retoman su práctica aeróbica en el Parque Sarmiento se encuentran con un panorama desolador. Decenas de bolsas mal cerradas y arañadas por los perros sueltos se apilan en recodos y esquinas, particularmente cerca de los quioscos. A razón de 30 ó 40 kilos por unidad, es fácil calcular que no menos de tres mil o cuatro mil kilos de basura aguardan ser recogidos.
Desde su pedestal, Dante Alighieri contempla y aspira un panorama que le hace insólita justicia: un desparramo dantesco de mugre, aguas servidas y fétidos olores. Los restos de papitas fritas, choripanes y cajas de jugos o vinos no dan ánimo de reemprender la rutina.

Verde penoso
Sin embargo, lo peor aún está por venir, a unos cuantos metros después de la estatua del Dante.
La suciedad y el abandono parecen ensañarse con el lago, ese alarde paisajístico del arquitecto Charles Thays y un anhelo personal del malogrado impulsor de Nueva Córdoba y su pulmón verde, don Miguel Crisol. En el medio, y accedida por puentes, está la isla Crisol. A un costado, los botes de la centenaria firma Baldissone esperan que alguna vez mejoren los tiempos y la gente.
Como muchos lagos artificiales, el del Sarmiento tiene un viejo problema, que se agrava con cada sequía. Los fuertes chaparrones logran movilizar y “sanear” en parte el espejo acuático, pero en épocas como ésta el espectáculo se vuelve penoso.

Pobres patos
Los patos y tortugas que sobreviven en ese hábitat deben ser de una raza especial. Una cosa es el problema técnico e intrínseco que representan las algas y residuos estancados, y la escasa posibilidad de reciclar periódica y económicamente el caudal de agua. Otra es la cantidad supernumeraria de residuos inorgánicos, no degradables, que dejan las visitas.
Es cierto que no se encuentran tachos ni contenedores a la vista, pero ésa es una excusa parcial. Se calcula que cada fin de semana unas cinco mil personas concurren al parque. Éste los recibe gratis, con toda su verde frescura y le pagan dejándolo tapado de envases de bebidas y paquetes de snacks, puchos, pañales descartables y toda clase de plásticos. Un muestrario de los malos hábitos de vida y comida del hombre contemporáneo, convertido en una máquina de producir basura. Conste que al surtido de condones usados no lo incluimos en esta categoría, porque, al menos, implican algún amor y cuidado de la salud.
Es probable que, en el otro sector de la ciudad, la isla de los Patos y varios tramos de la Costanera ofrezcan un aspecto igualmente lamentable. El Parque Sarmiento demanda no menos de dos días y medio para volver a lucir medianamente presentable. En general, entre miércoles y jueves está más transitable, aunque los rezagos y olores tardan en disiparse.
Cualquier certamen local revelaría que los cordobeses son igualmente sucios cuando salen del Chateau, del ex Abasto, de un baile de cuarteto o de una fiesta lujosa. Y que si los centros comerciales lucen mejor es porque hay personal de tiempo completo. Tras asumir las fallas propias, admitamos que esta preocupación es actual y extendida. ¿Qué debe hacerse? ¿Castigar, o educar? ¿Ambas cosas?

Experiencias
Inglaterra, Alemania y buena parte de los Estados Unidos han aceitado la probation. En vez de ir a prisión, los infractores leves deben higienizar sitios sucios y desagradables, para compensar a la sociedad por el daño ocasionado. En Brasil, en cambio, se ha optado por un largo camino de reeducación, que comienza por gratificar (unos pocos reales) al ciudadano por cada bolsa de basura que deja en los cestos cuando se retira de la playa o plaza.
Esta política demanda muchos recursos humanos, que allá son aportados por voluntarios de organizaciones ambientales, talleres docentes y empleados comunales. No debe ser barato, pero tampoco lo es tener que pasar años y años pagando por un servicio que cada tanto vuelve a ser privatizado.
Hacer, se puede. Pero hay que pensar y empezar.

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