8 jul 2007

Actividad minera sin controles

La Voz del Interior (08/07/2007)
Preocupan en La Calera los riesgos que acarrea la actividad minera sin controles

A lo largo de su historia, la actividad minera fue el centro productivo de la ciudad de La Calera, 14 kilómetros al oeste de la capital provincial. En su cobijo, numerosas familias encontraron su medio de vida.
Generaciones aprendieron el oficio y pudieron realizarse como trabajadores en empresas como Minetti y otras.
Hoy, el cierre de sus grandes yacimientos, la falta de modernización en los procesos de extracción del recurso en algunos establecimientos, la precariedad laboral y el impacto ambiental no regulado a lo largo de décadas representan nuevas amenazas al crecimiento de la ciudad y son motivo de debate en distintos ámbitos.
A pesar de que los avances tecnológicos y las formas de extracción de la piedra se desarrollaron con intensidad en los últimos años, en La Calera los procedimientos, en muchos casos, son idénticos a los que se utilizaban a mediados del siglo pasado.
En la actualidad, existen 12 canteras a cielo abierto y dos hornos de cal. De ese total, sobresalen cuatro emprendimientos importantes que cumplen con requisitos y exigencias de seguridad y salubridad. En total, trabajan unas 450 personas, aunque sólo 186 están afiliadas a la Asociación Obrera Minera de Argentina (Aoma).
Este dato se refleja en la desprotección con la que trabajan algunos operarios, en especial en los hornos de cal. Por ejemplo, preocupa la forma en que realizan su trabajo los foguistas y caleros.
Los operarios trabajan en la proximidad de los hornos que tienen una temperatura cercana a mil grados centígrados provistos de vestimenta precaria. Lo hacen envueltos en trapos húmedos, cubiertos en la cara por trapos y calzados con botines a los que deben añadir una base de goma de neumáticos para que no se derritan.
Así trabajan en la actualidad, expuestos a cargas térmicas superiores a las normas que regulan la actividad, mientras se saca el vagón que contiene las piedras quemadas para la cal.
“Es una actividad que lamentablemente realiza muy poca gente, de edad, y que nadie quiere hacer, o no duran. Para la descarga, no hay otra forma ni método de hacerlo, y aunque al personal se les brindan antiparras, cascos y delantales adecuados, muchas veces los trabajadores son los que eligen hacer la tarea como se hacía antes, por cuestión de costumbre y comodidad”, cuenta Víctor Valdez, de Aoma.
Desde el gremio, aclaran que existe un importante número de trabajadores y cuentapropistas golondrina que trabajan escondidos en condiciones precarias y sin controles y que acceden a hacerlo en condiciones indignas.
Valdez agregó que se invirtió en modernización de equipos pero no en métodos de molienda ni mejora de las condiciones generales de seguridad de la gente.
A pesar de que desde el gremio se relativizan los efectos en la salud de los empleados, es común la presencia de enfermedades vinculadas con problemas de columna, asma, tuberculosis, citacosis y cilicosis, entre otras.
En el rubro de minería extractiva, la situación es diferente, ya que en los principales establecimientos se avanzó en la renovación de maquinaria y métodos de extracción, aunque se reconoce que todavía hay pequeños emprendimientos que trabajan con máquinas rotas y obsoletas.
El agotamiento del ciclo minero tuvo gran repercusión para la ciudad. En el contexto general, los resabios de una poderosa industria presentan un escenario disímil en el que conviven tres yacimientos importantes y casi una decena de microemprendimientos que realizan la actividad sin mayores controles.

Impacto ambiental
Un informe elaborado por el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (Cyted), en 2005, relevó los principales emprendimientos mineros de La Calera y observó que en el caso de los cerros se advierten cortes verticales de más de 100 metros, que producen un efecto ambiental adverso y representan serios peligros de desmoronamientos y derrumbes.
El informe detalló que la falta de ordenamiento del territorio en el entorno minero posibilitó que se construyeran asentamientos poblacionales en sectores dentro del campo de afectación de las canteras, con los peligros y situaciones de reclamo que se plantean a diario.
La percepción social es que la desordenada explotación de las canteras genera problemas ambientales crecientes a partir de las vibraciones del terreno, sobrepresión en el aire, ruidos y desprendimientos de rocas por las voladuras.
También produjeron una ciudad degradada por la influencia de las canteras, con un efecto negativo sobre el medio ambiente y la calidad de vida. Según la agrupación ambientalista Escalera, las canteras intervienen en el régimen de aguas superficiales mediante la captación y la canalización de las corrientes. Pueden aumentar la carga de sedimentos y modificar la composición química del agua, con el riesgo de deterioro de su calidad en el cauce receptor.
Además, las labores de explotación son una fuente de contaminación acústica, por las máquinas y equipos utilizados para perforar, cargar, transportar y triturar.
Las voladuras con explosivos son fuentes adicionales de contaminación acústica cuando el mineral es extraído de rocas consolidadas. Se ha comprobado que causan daños a edificaciones cercanas debido a las vibraciones.

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