27 sept 2006

Fatalidad e irresponsabilidad

La Voz del Interior (27/09/2006)
Entre la fatalidad y la irresponsabilidad

El castigo anual de los incendios serranos ha llegado a Córdoba con precisión cronológica. ¿Cómo hacer para que al rigor de la naturaleza no se sume la irresponsabilidad de los hombres?
En nuestra provincia, todos los años el fuego es noticia. Cuando llegamos a los meses de setiembre y octubre, pico de la estación seca, los incendios forestales se expanden en forma incontenible, ayudados por la combustibilidad de los pajonales y los vientos que suelen caracterizar a este período.
Este año, el radio de acción de las llamas es aún mayor que de costumbre y amenaza localidades a las que se suponía exentas de ese peligro. Una nube gris de polvo y cenizas ha cubierto Villa Carlos Paz, y el clásico horizonte serrano que se divisa desde la capital de la provincia se ha tornado invisible, oculto por la bruma y el humo.
Como consecuencia de la amenaza que año a año se evidencia mayor, las autoridades provinciales y los municipios y comunas del interior están precavidos, esta vez en mayor escala de lo que estuvieron en ocasiones anteriores.
Hay un impuesto destinado al efecto, que se colecta en forma indistinta entre los contribuyentes; se multiplicaron las señalizaciones que indican la prohibición de hacer fuego, se reforzaron los consejos en el sentido de tomar todos los recaudos posibles para impedir que se creen situaciones peligrosas, se potenció el equipamiento de los bomberos y se creó una flotilla de aviones hidrantes preparados para combatir los incendios allí donde estos asomen.
A pesar de ello, los fuegos se han propagado en numerosos lugares y sólo cabe esperar la ayuda del cielo –en forma de unas oportunas lluvias– para superar el trance... hasta el año que viene.
La naturaleza comporta riesgos que no se pueden evitar. Cuando hay sequía, el peligro de incendios es un hecho, aquí y en cualquier parte del mundo. Con todo, aun en las condiciones más favorables para causar la combustión, ésta no suele producirse por generación espontánea, sino como consecuencia de la acción de algún agente externo.
Un trozo de vidrio abandonado, que refracta los rayos del sol, puede en esas circunstancias producir llamas capaces de expandirse; pero no toda la sierra está sembrada de vidrios rotos. Es evidente que en la creación de los fuegos está presente, de una u otra manera, la acción de los seres humanos. Que sea ésta dolosa o involuntaria, poco importa. El dato es que, en unas circunstancias favorables a la propagación del fuego, hay individuos que ostentan una perfecta despreocupación para con la suerte de los demás y para con el patrimonio natural que es común a todos.
El apetito de lucro que puede estar detrás de un incendio intencional que persigue deforestar para usar el terreno para algún cultivo oportunista, la superstición del paisano que supone que después del fuego "la tierra viene más linda" para el cultivo, y la frivolidad de quien aprovecha una ida al campo para hacerse un asadito a la vera del camino son circunstancias que, en las condiciones actuales, bastan para deflagrar incendios de magnitud y que en ocasiones pueden revelarse incontenibles.
Se impone, pues, la adopción de medidas que complementen las ya tomadas y que pongan el énfasis en la disuasión, por el castigo, de todos aquellos a los que se pesque en flagrante delito o contra quienes existan elementos probatorios de la realización de actividades prohibidas.
La educación, la persuasión, la concientización son elementos fundamentales para el logro de una sociedad civil organizada, pero hay que convenir en que "la letra con sangre entra" y que por mucho que este adagio no se concilie con la corrección política, en ocasiones hay que apelar a él para inducir a la razón a quienes no se acomodan a ésta.
Las autoridades y la población deben prepararse, mientras tanto, para superar los días o semanas que nos separan de la llegada de las ansiadas lluvias. No sería inoportuna, en este lapso, la ayuda del gobierno central de la Nación. Una mayor provisión de aviones y helicópteros hidrantes y mayor presencia de personal especializado en combatir el fuego serían un bienvenido refuerzo para quienes hoy están en la brecha.

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