17 ago 2006

Ocultar bajo la alfombra

La Voz del Interior (17/08/2006)
Cómo ocultar los residuos bajo la alfombra

El destino de la basura es un problema que depende de cada municipio o comuna. Por décadas, la práctica fue (y en general sigue siendo) arrojarla sin tratamiento alguno y a cielo abierto, generando riesgos de contaminación del aire (por las quemas), del agua subterránea (por la percolación hacia las napas), y del suelo, además de constituir focos infecciosos y de arruinar el paisaje. Si esos condimentos se dan en una zona que se presenta como turística, como Calamuchita, el cuadro es más grave.
Una solución no pareció estar nunca en la agenda de los dirigentes y autoridades, quizá porque tampoco lo está entre los temas que interesaban a la gente. Simplemente, se junta la basura y se tira en un sitio algo alejado y escondido. En síntesis: la basura va debajo de la alfombra. Los vecinos nos quejamos a los gritos si la bolsa no es recogida de nuestras veredas, pero no nos preguntamos qué se hace con las toneladas que cada día se acumulan sin destino en algún sitio cercano. Como no se ven, no parece un problema.
Un dilema complica más que otros para hallar soluciones: el costo económico. Un adecuado tratamiento final de la basura le cuesta más a los municipios que la simple tarea de arrojarlos sin cuidado alguno en predios abiertos. Mientras la gente no reclame, no parece un problema, aunque lo sea. ¿Para qué destinar recursos de apretados presupuestos municipales en mejorar algo que no se ve?
Mientras, aparecen algunas paradojas. La idea de crear sistemas de enterramientos sanitarios controlados (vertederos) por región, que proponía la Agencia Córdoba Ambiente, no avanzó en esta zona. En cada punto donde se pretende instalar ese predio aparecen las resistencias. ¿Por qué debemos tenerlo cerca nuestro?, ¿por qué tal o cual pueblo debe concentrar la basura de varios y no se las arregla cada uno con los suyos? Es posible –como aseguran los grupos ambientalistas– que haya alternativas que desde el punto de vista ecológico sean más aconsejables que los vertederos regionales controlados y las playas de transferencia, pero es más seguro aun que éstos representan un paso adelante muy evidente respecto de los actuales, colmados y mucho más contaminantes basurales a cielo abierto. El riesgo es que esperando lo óptimo no se avance ni siquiera en lo mínimo.
Resulta entendible –a todos nos pasaría– que nadie quiera ser vecino de un predio al que van toneladas de basura por día, por más que le prometan que los residuos no se verán porque se enterrarán en un terreno previamente impermeabilizado, entre otros cuidados. La paradoja es que hoy hay más de 50 basurales a cielo abierto en la región que con esa opción desaparecerían.
La reciente discusión en Almafuerte por este tema ilustra el panorama: hubo resistencias a crear una playa de transferencia de residuos (donde la basura no se juntaría sino que se trasladaría cada día a Córdoba), pero sigue en marcha como si nada el viejo y colapsado basural, a pocas cuadras, amontonando residuos sin el más mínimo cuidado ambiental.
La cuestión es compleja. Pero mientras no se avanza en ninguna vía, lo viejo perdura, sin cambios. Aquella idea de una solución regional integrada se desvanece. Cada localidad ha empezado a ver cómo soluciona, por su cuenta, el problema. Y de una veintena, apenas tres o cuatro lo tienen hoy relativamente resuelto.

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