25 jul 2006

Desechos cloacales

La Mañana de Córdoba (25/07/2006)
Un pueblo condenado a convivir con los desechos cloacales de la ciudad

Los habitantes de Corazón de María, localidad ubicada a 12 km de la ciudad de Córdoba, sobre las márgenes del Suquía y después de la planta depuradora, están cansados de denunciar el volcamiento de líquidos sin tratar y la exposición a la contaminación en la que se encuentran. El agua no es apta para el consumo, ni para cultivos ni para los animales. Se sienten ciudadanos de segunda.
El gran contaminador La Estación Depuradora de Aguas Residuales Bajo Grande no tiene capacidad para tratar todos los líquidos de la ciudad. Parte de lo que recibe, es liberado con el sólo agregado de cloro. El municipio planea duplicar su capacidad de tratamiento con un subsidio del gobierno nacional.
“No queremos ser ciudadanos de segunda, no podemos seguir viviendo al lado de una gran cloaca, que es en lo que se ha convertido el río Suquía”. Este parece ser el reclamo unánime de los pobladores de Corazón de María, un pequeño poblado ubicado a sólo 12 km de la ciudad de Córdoba. Ellos no se quejan por no tener médicos ni por la falta de medios de transporte; no los enoja el mal estado de los caminos ni la falta de escuela secundaria para sus hijos, pero piden a gritos, una y otra vez, por la falta de agua. Ya no hay con qué regar las quintas ni dar de beber a los animales, no hay agua “buena” para cocinar ni para bañarse. Nadie tiene agua, ni las casas ni la escuela; cada gota que se consume se paga, los bidones no alcanzan y la compra se vuelve cada vez más difícil.El río Suquía era la fuente de abastecimiento, pero de aquellos tiempos muy pocos se acuerdan. Es que desde hace una década los vecinos vienen advirtiendo de la contaminación de las aguas y piden, reclaman, suplican, sin que a nadie parezca importarle demasiado cómo se hace vivir sin agua.Ellos saben que tuvieron la “mala suerte” de ser los de “abajo”, los que viven kilómetros río abajo de la Planta Depuradora de Bajo Grande. Pero no se explican el porqué de tanta desidia, de tanto desinterés. Los pobladores ven cómo todos los días, al caer la tarde, el cauce del río comienza a crecer y las aguas bajan turbias, blancas y malolientes. Es la hora de mayor consumo, la capacidad de la planta se ve desbordada y, en consecuencia, los líquidos cloacales se vierten sin tratamiento al río. Nadie parece reparar en el foco infeccioso que supone para quienes viven en las márgenes, ni en el daño que provocan al privar a mucha gente de esa fuente de agua. El olor nauseabundo invade todo el poblado, hay moscas y mosquitos por doquier, y en la escuela los niños aprenden invadidos por el olor y la falta de agua para beber.

Pueblo fantasma
“Te sentís que no sos nada, que no valés como el resto de los ciudadanos, que sos de segunda porque no podés hacer valer tu derecho al agua pura. Duele ver la hipocresía de quienes gobiernan, uno cree en ellos pero rápidamente viene la frustración”, señala Graciela Weht, vecina del lugar.Corazón de María es un pequeño poblado de setenta y cinco habitantes, ubicado a 12 km de Córdoba y al que se puede acceder por Ruta 19 –camino a Monte Cristo- o bien por el camino a Chacras de La Merced. El río está al costado del pueblo, ahí nomás, a sólo 20 metros de la escuela y a una cuadra de la iglesia, de la plaza y de las casas. Lo que en un principio fue para ellos una fuente de abastecimiento, ahora se ha transformado en un problema sin solución. Tienen que vivir rodeados de desechos cloacales, provenientes de la planta de tratamiento de Bajo Grande, sin poder usar el agua ni para el consumo, ni para los animales, ni para el riego. Muchas cosas han cambiado: las quintas ya no existen, los animales no se pueden comer ni vender, y deben comprar el agua para bañarse, para cocinar y para tomar. Todo se vuelve demasiado costoso. Sin embargo, hay algo que no pueden evitar y es tener que permanecer expuestos a la contaminación que supone vivir al lado de un río con semejante nivel de suciedad.“Todo esto es fácilmente comprobable, acá tiran materia fecal en crudo, sin tratar. Es algo asqueroso y un terrible foco infeccioso, no sólo porque respiramos esto, sino porque los animales pisan y llevan a las casas la contaminación. Todo es una gran cadena que podría cortarse si hicieran las cosas como deben, pero Bajo Grande está saturada y no les importa tirar los desechos cloacales así como llegan”, explica Beatriz Peralta una de las más antiguas habitantes.Se refiere a la planta que es operada por la Municipalidad de Córdoba, adonde llega lo colectado por la red de cloacas de la ciudad. Se supone que allí esos líquidos deben ser tratados y depurados antes de ser volcados al cauce del río. Pero lejos está de cumplirse.Estos vecinos sencillos, de hablar pausado y miradas transparentes no están acostumbrados a reclamar ni saben de paros y protestas. Sólo con sus palabras sinceras buscan respuestas que nadie les da.“Sentimos una gran impotencia, somos la gente de aguas abajo; somos los del río muerto, todos los desechos de la ciudad vienen para acá y por qué, si nosotros no molestamos a nadie, vivimos tranquilos. Por qué nos hacen esto si nosotros también somos parte de la provincia y del país”, se pregunta una y otra vez Graciela.No tienen grandes ambiciones, no piden mucho; o quizá sí, vivir tranquilos, con dignidad y sin sentirse que no son nada y por eso recibir de las grandes ciudades sólo los desechos.“Para las autoridades no existimos, somos un pueblo fantasma. Sólo queremos tener acceso al agua segura, porque nos bañamos y mandamos a los chicos a lavarse las manos con esa agua contaminada, es un contrasentido. No podemos comprar agua para todo uso y hay mucha gente que ni para tomar puede comprar todos los días”, dice Beatriz. La mayoría de sus habitantes viven de trabajos en el campo y como empleados de una fábrica de autopartes. Los niños colman las improvisadas calles de tierra jugando a la pelota y son los primeros en advertir cómo al caer la noche el río comienza a crecer, trayendo consigo fluidos que inundan el pueblo de un horrible olor. Ellos saben que deben convivir con eso, pero no se conforman y preguntan a su maestra cada vez que ella debe hablarles del cuidado del medio ambiente o explicarles sobre lo que pasa con las papeleras de Uruguay.Tímidos pero firmes a la vez, los vecinos aseguran que no van a dejar de reclamar, que aunque parezca que nadie los escucha no se van a resignar a tener que seguir viviendo en semejante ambiente. “Tenemos miedos por enfermedades que podemos contraer, nadie nos garantiza que esto no nos provoque enfermedades graves. Ya tenemos casos de chicos con gastroenteritis y enfermedades en la piel. No podemos arriesgar más nuestra salud ni la de nuestros hijos”, señala Mabel.

Espera que desespera
Primero buscaron soluciones inmediatas, tratando de suplir lo que las autoridades no hacen y, entre todos, pagaron para hacer una perforación en las napas para poder obtener agua sin contaminantes. En un principio fue a los 7 metros, luego a los 22 y ya debieron llegar hasta los 65 metros para encontrar agua apta para el consumo. Pero eso tampoco sirvió de mucho, porque el nivel de volcamientos al río es tan grande que también a esa profundidad el agua se volvió turbia y sucia. “El agua es muy cara no siempre podemos comprar, qué debemos hacer, tomar esa agua con desechos cloacales que recibimos de Córdoba. Por qué tener que conformarnos con esa suerte, si nosotros no hicimos nada para semejante castigo”, reclama Valeria, otra de las vecinas de Corazón de María.Aunque están cansados de reclamar, de participar de reuniones y de falsas promesas, ellos no se rinden y hace oír sus voces.Desde la Dirección Provincial de Agua y Saneamiento de la Provincia -DIPAS-, les prometieron soluciones que nunca llegaron y desde la Municipalidad de Córdoba, el firme compromiso de no volver a tirar los líquidos sin tratarlos. Pero nada de eso ocurrió y el río se sigue contaminando y las obras no aparecen.“Ya no sabemos qué hacer, a quién recurrir, nadie nos escucha, no le importamos a nadie. Los funcionarios de DIPAS vinieron y advirtieron la contaminación, dijeron que era un asco y sin embargo se fueron y nunca volvieron. Siguen haciendo viviendas y planes sin tener en cuenta qué harán con las cloacas si la planta está colapsada. El río no será más río sino una gran cloaca”, explica Beatriz.Para los habitantes de Corazón de María no es cuestión de multas ni de facturas políticas entre la Municipalidad y la Provincia. Ellos sólo quieren hacer valer su derecho a vivir en un medio ambiente sano, sin sentirse que no son “nada” y dejar de ser “los de abajo”.

Viviana Gianinetto
Especial para LA MAÑANA

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